23 de Septiembre de 2013
Hoy va a ser un día muy largo. Comenzaremos visitando el yacimiento de la antigua ciudad de Troya para después dirigirnos hacia Çanakkale, donde tomaremos un ferri que nos cruce a través del estrecho de los Dardanelos y nos deje en la península de Gallípoli, escenario de una de las más espectaculares batallas de la Primera Guerra Mundial. Antigua y moderna, hoy la protagonista será la historia.
Mapa de Troya en mi guía
Llegamos a Troya sobre las 10:00. Nos encontramos con un amplio aparcamiento prácticamente vacío excepto por un par de autobuses que traían a un grupo de turistas coreanos, probablemente en una de las excursiones de un día desde Estambul que organizan las agencias.
Lo primero que llama nuestra atención es la enorme réplica del famoso caballo de Troya al que puedes acceder al interior mediante unas escaleras. Foto obligada asomando la jeta por uno de los ventanucos.
Enfrente se encuentran las taquillas y una tienda de regalos. El precio de la entrada es de 20 TL por persona.
El paseo se realiza subiendo y bajando la colina por caminos marcados, en algunas zonas sobre un entarimado de madera para no pisar el suelo original. Justo a la entrada hay un panel de información que cuenta la historia de cómo Heinrich Schliemann descubrió esta ciudad entre los años 1870 y 1890, cuya existencia hasta entonces era considerada un mito.
Troya fue construida y destruya tantas veces que sobre el mismo terreno se alzan ruinas de varias “Troyas” más modernas. La que él buscaba, plasmada en la Ilíada, era la séptima. La reconoció porque, tal como cuenta Homero, estaba incendiada, y además encontró en ella el tesoro de Príamo.
La historia del tesoro es curiosa. Tras muchos años de peleas diplomáticas entre el Imperio Otomano y Grecia, Schiemann decidió llevárselo a su Alemania natal. Estuvieron expuestas en Berlín hasta su caída en manos del Ejército Rojo en 1945. Desde entonces se pueden visitar en el Museo Pushkin de Moscú.
Muchas guías de viajes definen la visita a Troya como “decepcionante”, puesto que no se trata más que de un montón de cimientos y trozos de muros, no existiendo ninguna construcción medianamente completa. Además, para los entusiastas de la película moderna quedará patente que en realidad la Troya verdadera se trataba de una ciudad muchísimo más pequeña de lo que aparece en el film. Sin embargo, la experiencia de tocar los muros del Palacio de Príamo, cargados de tantísima historia, resulta cuanto menos sobrecogedora. En nuestra opinión, ya sólo por eso merece la pena la visita.
Restos del Palacio de Príamo
Además de las paredes del palacio, lo más destacable son los cimientos de un templo, los restos de un pequeño teatro y un montón de pequeños trozos de construcciones: capiteles, bases de columnas, frisos…
A treinta kilómetros al norte se encuentra la ciudad portuaria de Çanakkale, donde cogeremos el ferri que nos cruzará al otro lado del estrecho de los Dardanelos. La mayoría de las guías sólo mencionan el ferri que se dirige hacia Gelibolu y Eceabat, que es idóneo tomar si te diriges directamente hacia Estambul.
Nuestros planes, en cambio, son conocer los diferentes puntos relacionados con la batalla acontecida en esta zona en 1915. Afortunadamente el dueño de Varol Pansiyon nos recomendó buscar el ferri que nos cruce hacia Kilitbahir (mucho menos frecuentado y que nos dejaría justo en la zona que nos interesaba visitar).
Esperando nuestro ferri en Çanakkale
Así que al llegar al puerto, ya en las taquillas del ferri, sacamos el papel con el nombre de la ciudad que nos había escrito nuestro último anfitrión. Por 24 TL nos plantamos en Gallípoli.
El viaje resultó tranquilo. Salimos del coche y nos sentamos en la cubierta a contemplar las vistas y a tomar mate. Desde allí se divisa la colina de Kilitbahir, donde reposan los primeros versos de un poema dedicado a los brutales acontecimientos:
Versos sobre la colina:
“Detente viajero, el suelo que con descuido hollas testigo fue antaño del fin de una era. Escucha, en esta plácida colina palpitó el corazón de un pueblo”.
La de Gallípoli no fue una batalla cualquiera. Simboliza el orgullo de un pueblo turco que, contra todo pronóstico, resistió el desembarco de la armada más poderosa de la época, la británica. El general que dirigió la defensa fue el mismo Atatürk, que a partir de entonces se convertiría en héroe nacional. Alrededor de estos sucesos se cuentan un montón de posibles mitos y leyendas de los que no se sabe cuáles pueden ser verdaderos y cuáles no, sobre pequeños actos de heroísmo personal de los soldados turcos que han quedado en el acervo colectivo de este pueblo.
Estatua de Senyit Onbasi
Un ejemplo de lo anterior es la historia del soldado Senyit Onbasi. Resulta que durante un bombardeo inglés el vehículo que transportaba la munición desde el polvorín a los cañones quedó inutilizado. El fuerte Onbasi cargó tres balas de 275 kilos cada una y las trasladó unos quince metros hasta el emplazamiento de los cañones. Gracias a él pudieron devolver el fuego a los ingleses y hundir uno de sus barcos.
Búnker-museo
La zona, como no podía ser de otra manera, se encuentra plagada de pequeños museos, recordatorios, monumentos funerarios… en honor de los combatientes. Lo que más nos llamó la atención es que no solamente se honra la memoria de los turcos caídos si no que también hay lugar para el recuerdo de los invasores, lo que denota una generosidad moral por parte de los vencedores, que de alguna manera también consideraron víctimas a los atacantes. Muestra de esto es el fragmento del discurso de Atatürk tallado en inglés y turco en un gran libro de mármol y que encontramos en el Monumento a los Mártires.
"Aquellos héroes que sembraron su sangre y perdieron sus vidas... Vosotros estáis ahora reposando en el suelo de un país amigable, por lo tanto, descansando en paz. No hay diferencia entre los Johnnies y los Mehmets para nosotros. Ellos yacen lado a lado en este, nuestro país. Vosotras, madres que mandasteis a vuestros hijos desde lejanos países, secad vuestras lágrimas. Vuestros hijos descansan ahora en nuestros corazones y han encontrado la paz tras haber perdido sus vidas en estas tierras. Ellos también se han convertido en nuestros hijos".
De todos los lugares de interés de Gallípoli, sin duda el más impresionante es este, el Monumento a los Mártires.
Llegando al Monumento a los Mártires
Se encuentra junto al mar en el extremo sur de la península, en un parque ajardinado que recorremos a pie hasta llegar a la construcción principal: un sencillo pero imponente monumento compuesto por cuatro columnas a modo de pilares que se unen en la parte de arriba en un techado de piedra.
Impresionante, ¿eh?
Si te paras entre las cuatro columnas verás sobre tu cabeza una gigantesca bandera turca. Lo rodea una inmensa plaza empedrada. En uno de sus extremos, una fila de banderas del país, y al opuesto un grupo escultórico de temática bélica del cual destaca una estatua de Atatürk vestido con su uniforme de paşa (lo que correspondería a un título de general).
Adentrándote en la arboleda que rodea el monumento principal hay interminables hileras de lápidas transparentes que recuerdan a todos los combatientes de la batalla, tanto los muertos como los supervivientes y sin importar procedencia.
La sensación que tenemos es la de estar en un lugar embebido de gran solemnidad y respeto por la historia nacional.
Si os interesa el tema también se pueden visitar entre otras muchas cosas un monumento a los británicos caídos en combate, otro en homenaje a todas las ciudades que enviaron soldados para defender el Imperio Otomano, cementerios honoríficos y búnkers que se mantienen como museos.
Recordatorio de las ciudades de procedencia de los soldados
El regreso a Estambul por autovía se hace largo y llegamos ya cayendo la noche. El intensísimo tráfico de la ciudad vuelve a agobiarnos después de unos días de relax por las afueras. Devolvemos el coche sin problemas en el aeropuerto y nos disponemos a alojarnos en la parte norte del Cuerno de Oro, concretamente en el barrio de Karaköy.
Buen artículo.
ResponderEliminarMuy inspirador