22 de Septiembre de 2013
Iniciamos la marcha temprano rumbo al yacimiento arqueológico de Troya. De camino pasaremos por Behramkale, antigua ciudad griega de Assos donde enseñó Aristóteles.
Recorremos muchos kilómetros entre plantaciones de algodón. El algodón turco ha sido históricamente tan bueno que durante el siglo XIX llegó a competir con el estadounidense, a pesar de que en el Imperio Otomano no existía la esclavitud y su producción, por lo tanto, era más costosa.
Plantación de Algodón
Al mediodía cogemos la carretera que bordea el Mar Egeo. Para entonces el paisaje se ha vuelto completamente mediterráneo: olivos, pueblitos costeros pintados de blanco... Llegado el momento de parar a comer descubrimos un restaurante a la misma orilla del mar, con una espectacular terraza y unas preciosas vistas sobre la isla de Lesbos, perteneciente a Grecia. En un principio habíamos pensado cruzar a la isla, pero el hecho de cambiar de país y tener que pasar por aduana nos suponía perder mucho tiempo y además se nos iba del presupuesto (nos conformamos con contemplarla a lo lejos.
Restaurante y, al fondo, Lesbos
Comemos unos kebabs al plato, una ensalada y matamos la sed con la todopoderosa cerveza turca: Efes. El emplazamiento es inmejorable, y nos tomamos la hora de la comida con toda la tranquilidad del mundo, disfrutando del paisaje y del sonido del agua chocando contra las rocas.
Unos pocos kilómetros más adelante nos encontramos con Assos. Fue fundada por los griegos en el siglo VII a.C, y en 530 a.C. se construyó su edificación más famosa: el Templo de Atenea.
A la entrada del pueblo nos recibe una estatua de Aristóteles (Aristo para los turcos). Desde aquí tienes dos opciones: comenzar la subida hacia el antiguo pueblo de Assos y el yacimiento arqueológico tomando el camino de la izquierda o bajar por el de la derecha hacia el puerto del pueblo moderno de Behramkale. Nosotros iniciamos la subida, por supuesto a pie.
Aristóteles
Se trata de un camino muy empinado y empedrado, a cuyos lados se suceden las casas antiguas de piedra y, en casi todas ellas, un puesto de artesanía al frente: alfombras, vestidos, cuchillos labrados, bisutería, adornos…
Al final del camino están la mezquita y la entrada al yacimiento, que creo recordad costó 3 TL por persona. A un lado se alza una torre de vigilancia bizantina, y al fondo, junto a la infaltable bandera de Turquía, las impresionantes columnas del Templo de Atenea ofrecen una de las mejores vistas del Egeo. Pocos turistas llegan hasta aquí, por lo que el recorrido lo haremos prácticamente solos.
Templo de Atenea
Antes de abandonar la zona hacemos una parada en una tetería justo en frente de la entrada. Es un lugar muy pintoresco. Tiene un patio cerrado con mesas de piedra por donde se pasean algunas gallinas y un pavo. Un hombre majísimo, que no habla nada de inglés, nos sirve el mejor té de nuestro viaje.
Otra de las visitas imprescindibles es el teatro, que se encuentra ya bajando por la carretera hacia el puerto. No hay vigilancia ni taquillas. Sólo un portón cerrado que nosotros mismos abrimos para poder pasar, ya que la entrada que hemos pagado incluye esta visita.
Como está atardeciendo decidimos retomar el camino hacia Tevfikiye, el pueblo más cercano a las ruinas de Troya, donde pasaremos la noche.
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