jueves, 11 de junio de 2015

TURQUÍA - CURIOSIDADES Y CONSEJOS


La ciudad de los gatos

No tardarás mucho en darte cuenta de que el gato es el animal omnipresente en la ciudad de Estambul. Los hay a miles por todas partes: a las puertas de los comercios, en los jardines de las mezquitas, en los parques, en el puerto… Sin embargo, lo más impresionante es la simbiosis que, con los años, se ha creado entre este animal y el pueblo turco.

A sus anchas entre restos del Museo Arqueológico

El gato siempre ha estado presente en la cultura islámica. De hecho Mahoma tenía una gata llamada Muazza a la que cogió tanto cariño que afirmó que entraría con él en el Paraíso. Siglos después, cuando Estambul era todavía Constantinopla, estos felinos volvieron a tener el protagonismo. En la Edad Media los gatos fueron acusados por la Inquisición de ser seres diabólicos, dando comienzo a su matanza indiscriminada. No fue así en la ciudad del Bósforo, donde el recio brazo de los inquisidores no llegaba. Cuando en el siglo XIV las ratas trajeron a Europa la peste negra sólo se las pudo parar en una ciudad repleta de gatos como era Constantinopla.

Echando una siesta en Karaköy

Una vez bajo poder otomano, los gatos siguieron siendo el centro de atención de la sociedad. Era el animal de compañía por excelencia y cientos se paseaban con total libertad por los jardines del Palacio Topkapi.
A día de hoy la adoración por estos animales no ha decaído. Paseando por la ciudad puedes ver ancianas sacando cuencos con comida a sus puertas, pescadores compartiendo los restos de su captura con ellos e incluso carteles pidiendo a los vecinos que en verano pongan en las calles recipientes con agua para evitar que estos queridos animalitos se deshidraten.

Pidiendo comida en un aparcamiento de Gallípoli

¿Y qué pasa con los perros? Pues sí, en Turquía en general hay numerosísimos perros callejeros. La mayoría de ellos muy dóciles y confiados, acostumbrados a recibir el cariño de la población local. Incluso se han instalado máquinas que suministran pienso también para perros a cambio de botellas de plástico.



Visitar las mezquitas

Estambul vista desde el horizonte parece una sucesión infinita de minaretes. Es impresionante la cantidad de mezquitas que hay a lo largo y ancho del país y, en particular, de esta ciudad. Y es que si hay algo que visitaréis en vuestro viaje a Turquía serán mezquitas. Los turistas pueden acceder a todos los templos del país sin excepción. Los interiores se pueden fotografiar sin problemas y la entrada es completamente gratis, aunque si queréis dejar una colaboración encontraréis una caja de donativos en la entrada.

Mezquita Azul

La forma de entrar a visitar una mezquita dependerá de lo turística que esta sea. En la Mezquita Azul, Süleymaniye, Yeni Camii, etc., deberéis acceder por una entrada exclusiva para turistas. Una vez dentro tendréis que quedaros tras una valla de madera que separa la zona de los visitantes de la de los practicantes.
Si, por el contrario, queréis ver por dentro una mezquita poco frecuentada por turistas es probable que debáis preguntar a alguno de los trabajadores de la misma (vigilantes, limpiadores…) si se puede visitar. Con casi total seguridad no sólo os abrirán las puertas solamente para vosotros, si no que se sentirán orgullosos de que un foráneo se interese por su humilde casa de oración y, quién sabe, a lo mejor os cuenta algo interesante sobre ella.

Minarete de Süleimaniye

Una vez dentro yo recomendaría que os olvidaseis de la forma “estándar” de visitar una iglesia. Esto es, pasearse tranquilamente observando la decoración de las paredes y las imágenes religiosas. En este caso yo buscaría un sitio tranquilo donde sentarse en la alfombra para poder observar todo con total tranquilidad y disfrutar de la paz que se respira dentro.
En cuanto a las normas de vestimenta creo que son harto conocidas. No se pueden descubrir hombros ni piernas y las mujeres deberán cubrirse el cabello. Es algo puramente simbólico, por lo que una bufanda estratégicamente colocada puede compensar la falta de un pañuelo mejor. En cualquier caso, en la entrada de las grandes mezquitas se ofrecen prestadas prendas adecuadas para la ocasión.

Antigua fuente de abluciones de Santa Sofía

Por último, una sugerencia a los futuros visitantes. Los musulmanes antes de orar, tanto en un templo como en su casa, llevan a cabo el ritual de la ablución. Esto es, lavarse la cara, brazos y pies. Las mezquitas tienen unas fuentes (en ocasiones maravillas arquitectónicas en sí mismas) para llevar a cabo esta práctica. Los no turistas no tienen por qué hacerlo pero sería propicio que tuvieran en cuenta que después de caminar por toda la ciudad, una congregación importante de guiris en calcetines puede ser algo poco agradable para los sentidos. Por lo tanto, como yo lo veo hay dos opciones: o entrar descalzos tras lavarse los pies o llevar siempre un par de calcetines limpios en la mochila sólo para entrar a estos lugares.



Dios no estará en todas partes, pero Atatürk sí

Si me dices que has estado en Turquía y todavía no sabes quién fue Atatürk me estás mintiendo: nunca has estado. Desde el momento en que uno pisa Estambul se encontrará con un colosal Aeropuerto Atatürk y una vez fuera de aduanas verá una enorme imagen de un hombre veterano con bigote, traje y un gran fez de piel. No hay que ser muy listo para sospechar que se trata de un personaje importante.

Collage realizado con pequeñas fotos suyas en Gallípoli

Una vez comiences a caminar por las calles de la ciudad verás carteles con su rostro por todas partes, en casas particulares, comercios, etc. Bordeando una escuela observarás un enorme busto blanco de esta persona y una vez en carretera es posible que os adelante algún coche con una foto suya en su cristal trasero. Pero no queda ahí la cosa. En la entrada de algunos pueblos veréis imágenes de Atatürk rodeado de una bandera turca, carteles similares colgando de las farolas sin ningún sentido aparente y, quién sabe, es posible que durmáis en una casa de invitados en una cama bajo el retrato colgante del susodicho personaje. Esto último lo cuento por experiencia propia.

Coche patriota aparcado en Pamukkale

Pues sí, es alguien no solo importante, si no muy querido por el pueblo de Turquía. Y es que Atatürk fue no sólo el héroe nacional, sino también el primer presidente del país.
Sus andanzas comienzan en la Primera Guerra Mundial, cuando lidera como paşa (comandante) la defensa de Gallípoli, en la que un decaído Imperio Otomano dio una paliza al todopoderoso Ejército Británico. Tras la Gran Guerra Turquía pasó a ser una colonia de Reino Unido y Grecia, por lo que él se convirtió en líder de la Guerra de Independencia, que terminó con la proclamación de la República de Turquía en 1922.

Estatua en el Monumento a los Mártires

Desde ese momento y hasta su muerte en 1938 llevó a cabo una serie de reformas que convirtieron a un decadente imperio en una república moderna. Abolió la monarquía y el califato, llevó a cabo una campaña de laicismo y alfabetización que culminaron con la adopción del alfabeto latino, instauró el sufragio femenino antes que países como Francia, Italia o Japón, etc.
Murió el 10 de noviembre de 1938 a las 9:05. Desde entonces, todos los aniversarios a esa hora los coches se detienen en las calles y tocan el claxon, los barcos las sirenas, las mezquitas suenan a todo volumen y la gente se pone de pie, en la calle o en sus casas, en un espectáculo sin parangón en el mundo.



Se puede conducir en Turquía y vivir para contarlo

No, no falta ningún signo de interrogación. Conducir por Turquía no es ninguna locura, como muchos pensarán. Vale, lo admito, Turquía no es Alemania y, sobre todo en Estambul, quien está montado en un coche parece olvidar el significado de los semáforos e intermitentes. Sin embargo, saliendo de esta ciudad, cualquier conductor con un mínimo de experiencia será capaz de desenvolverse sin problemas por las carreteras a lo largo y ancho del país.
A la pregunta de ¿merece la pena alquilar un coche en Turquía? La respuesta, a no ser que lo queráis para moveros dentro de Estambul, es un rotundo sí. Por varias razones.

Nuestro coche en Assos

Para empezar, alejarse de la architurística Sublime Puerta (nombre poético por el que se conoce Estambul) es la mejor forma de acercarse a la Turquía verdadera, a sus paisajes, pueblos, gente y cultura.
En cuanto a las alternativas de transporte, hay una gran oferta de autobuses y trenes entre las ciudades principales, pero en cuanto quieras alejarte de los grandes núcleos de población la cosa se complica. Nosotros queríamos conocer el Parque Natural de Pamukkale, en el interior de la Turquía occidental; el pueblo de Assos (Behramkale, en turco), en la costa del Egeo; las ruinas de Troya; y los numerosos puntos de interés a lo largo de la península de Gallípoli. Todo eso en cuatro días, algo completamente imposible si hubiéramos realizado los traslados en autobús. Además, la libertad de poder parar a tomar un té en cualquier pueblo o a sacar fotos en algún mirador siempre es algo que nos atrae.

Camino de Pamukkale

Referente a los precios, en temporada alta no tendréis dificultad de conseguir un coche (en nuestro caso un Fiat Linea, un modelo mucho mayor que el que acostumbramos a alquilar) por unos 30€ al día, incluso menos. Ya sólo por las noches de hotel extra que hubiéramos tenido que pagar si hubiéramos viajado siempre en transporte público merece la pena.
Eso sí, a todo esto deberéis añadirle un gasto bastante alto: la gasolina, que en el país ronda los 1,6€ el litro. Es uno de los precios más altos del mundo, aunque todavía se encuentra algo lejos de los 2€/litro de Noruega. Considerando que las distancias son enormes, deberéis tener en cuenta este gasto.

Bordeando el Mar Egeo

En cuanto a la conducción, existen dos mundos: Estambul y el resto del país (desconocemos si en Ankara el tráfico es similar al de Estambul). Un trabajador de nuestro hotel en Pamukkale nos dijo: Yo nunca voy en coche a Estambul, allí los conductores están locos. De hecho, nuestro periplo para salir de Estambul fue una aventura en sí misma.
Uno de los trabajadores de la empresa de alquiler condujo el coche hasta la salida del garaje del aeropuerto. Entonces le preguntamos cómo ir a Ankara, puesto que el desvío que debíamos tomar estaba a lo largo de esa carretera. Tras las indicaciones nos pusimos en marcha. Además de los numerosísimos coches, los cambios bruscos de carril sin previo aviso ni señalización, los continuos pitidos y demás caos, citaré una anécdota cuanto menos curiosa: en el momento de incorporarnos a la autovía de salida de Estambul con destino a Ankara entre el desmesurado tráfico y con un atasco de proporciones bíblicas nos topamos de improviso con un vendedor de plátanos. Sí, habéis leído bien. Un vendedor en medio de la autopista que se paseaba entre los coches que se incorporaban ofreciendo sus productos a conductores y acompañantes. Os podéis imaginar el susto de encontrar un peatón en medio de la autopista, algo a lo que nosotros no estamos acostumbrados.

A ver si siguiendo a esta ambulancia salimos de Estambul...

Por lo demás las autovías son de gran calidad, bien señalizadas, perfectamente asfaltadas y seguras. Vamos, que no supusieron ningún reto. Las carreteras primarias y secundarias nos las encontramos (en verano de 2013) o recién renovadas o en proceso de renovación, también muy “europeas” y bien provistas de gasolineras cada pocos kilómetros y puntos de descanso.
El único tramo que resultó una aventura casi surrealista fue una carretera secundaria (o terciaria) casi llegando a Pamukkale, ya de noche, que por encontrarse en obras tenía nuestro carril lleno de montones de arena y material de construcción. Pero no durante un tramo pequeño, durante varios kilómetros, lo cual nos obligaba a conducir contramano, por una carretera estrecha y TOTALMENTE A OSCURAS. 


Tranquilo, no pasarás hambre

Hay países, como España. India, China o Marruecos, que poseen una cultura gastronómica que en sí mismo podría considerarse patrimonio de la humanidad. Turquía es uno de esos países. Su gastronomía toca todos los aspectos de la cocina y es tan amplia y variada que podría dedicarse un blog entero sólo a hablar de ella. Aquí intentaré describirla lo más brevemente posible.
Lo primero que hay que saber para comprender las delicias de comer en Turquía es la calidad de sus productos. Sus frutas y verduras, por ejemplo, tienen un sabor que en España, el país en donde resido, no se podría ni imaginar.

Kahvaltı

El desayuno, llamado kahvaltı, es abundante y variado. Incluye dulces y salados. Desde queso, aceitunas, tomate y pepino con aceite de oliva hasta tortilla francesa, huevos duros, pan con miel y gözleme (crêpes turcos de espinaca y queso). Kahvaltı en turco significa “antes del café”, ya que en los países de Oriente Próximo es costumbre tomar café a media mañana mientras se prepara el almuerzo. El kahvaltı por lo tanto no se acompaña de café, si no de té, y en grandes cantidades.
Si crees que nada podrá superar a tu desayuno entonces espera la hora del almuerzo. Mis dos platos favoritos son el “testy kebab”, un guiso de carne que se cocina en un recipiente de barro que se rompe al servir, y el lüfter o pescado del Bósforo, cocinado de diversas formas (los mejores los sirven en Kumkapi). A medida que te vayas moviendo por el país encontrarás una enorme variedad en la cocina, pero no te preocupes, todo te sorprenderá para bien.

Testy Kebab

Una buena forma de terminar una comida es con un café turco, uno de los más exquisitos del mundo, en el que el azúcar se incorpora durante la preparación. Cuidado, se sirve con borra, así que no lo apures hasta el final. El café siempre lo podréis acompañar con unas delicias turcas o los famosos baklavas (consejo: tampoco os paséis comiendo dulces, que el redactor de este blog sufrió ataque al hígado al comerse media caja de baklavas a la vuelta).
Junto al té y al café hay tres bebidas estrechamente ligadas a Turquía. El ayran, una bebida compuesta de yogurt, agua y sal muy refrescante. El raki, un anís de unos 50% de origen bizantino conocido por su blancura como “leche de león”. Suele acompañar a las cenas y nunca se toma sólo, si no que se acompaña de otro vaso con agua. Y por último, la cerveza Efes. Puede sorprender que un país mayoritariamente musulmán produzca una cerveza de tanta calidad. Sin embargo, os equivocaríais si pensarais que es una bebida exclusiva para extranjeros. El Islam profesado en Turquía es muy laxo, y muchos turcos no sufren remordimientos por tomarse una cerveza de vez en cuando. Eso sí, una vez abandonéis Estambul es posible que en algunos restaurantes no la sirvan.

Té en el Palacio Topkapi

No quedaría completo este post sin hablar del donduma, el helado turco. Éste es totalmente diferente a los helados de otros países, pues entre sus ingredientes se encuentra el salep, que le da una elasticidad increíble. Los heladeros los sirven realizando todo tipo de malabares y bromeando con los compradores. Todo un espectáculo.

Heladeros frente a Santa Sofía

Las señas, ese idioma universal

En Turquía no hay término medio: o hablan en inglés como si fuera su lengua materna o no son capaces de decir ni “hola”. A decir verdad, el inglés no está muy extendido como segunda lengua (menos aún fuera de Estambul) y además comparte protagonismo con el francés y el alemán, países que durante décadas han tenido una importante inmigración turca.
Si esperas ser capaz de entender algunas palabras en turco, yo que tú me olvidaría. El turco es un idioma que ha recorrido miles de kilómetros, desde las estepas de Asia Central, mezclándose con diversos idiomas con los que se iba cruzando. Teniendo en cuenta que el Imperio Otomano llegó a extenderse desde Persia y Arabia hasta Viena podemos hacernos una idea de la cantidad de idiomas de los que ha bebido durante siglos.

"Cisterna de la Basílica"

En cuanto a sus raíces, el turco comparte procedencia con idiomas tales como el mongol o el coreano. Es decir, es totalmente ajeno a Europa y el mundo árabe.
Este idioma hablado por las tribus turcomanas, tan variado y desigual según qué zonas, se cristalizó cuando, junto con el Islam, adoptaron el alfabeto árabe. La simbiosis del idioma turco y el alfabeto árabe tuvo que escuchar durante siglos las críticas de algunos intelectuales. Éstos afirmaban que la grafía árabe no era capaz de reflejar las ocho vocales de su idioma, habiendo palabras que se escribían exactamente igual pero que se pronunciaban de forma diferente.


Estos intelectuales y estudiosos de la lengua recibieron con alegría el anuncio del presidente Atatürk en el año 1928, cuando hizo saber su intención de adoptar el alfabeto latino. Así el problema de las vocales quedó resuelto con la aparición de las letras e, i, ö, ü, a, ı, o, u.
Si bien esto ayuda bastante a entender los carteles en este idioma, la pronunciación es tan endiablada que a veces cuesta reconocer las paradas de metro en los mapas de las estaciones cuando son nombradas.
Si a esto le añadimos expresiones larguísimas como teşekkür ederim para dar las gracias o görüşmek dileğiyle para despedirse llegamos a la conclusión de que casi es mejor usar las señas.

Entrada (pa' todos) del Museo Arqueológico

Las personas a las que interpeléis que no sepan inglés os contestarán amablemente con una sucesión de gesticulaciones exageradas junto a las explicaciones pertinentes en turco a los gritos. ¡Que soy español, no sordo!



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