jueves, 7 de mayo de 2015

TURQUÍA - Llegada a Estambul

17 de Septiembre de 2013



                Por fin llega el día. Hoy toca madrugar. Son las seis de la mañana y ya estamos en pie. Por delante ocho días en Turquía.

En Barajas

                Nuestro vuelo, con la compañía SwissAir, sale del Aeropuerto de Barajas a las 9:35. Bueno, no, ese era el plan. Resulta que los fabricantes de relojes por excelencia en este caso no resultaron muy puntuales. Salimos con retraso hacia Zúrich, donde en teoría haríamos una escala de dos horas y media.
                No tenemos tiempo de conocer el aeropuerto suizo. Corremos por sus pasillos y sus freeshops con las maletas de mano en volandas para no perder la conexión. Llegamos por los pelos.
                Aterrizamos en Estambul a la hora prevista, las 16:35. Comienza la odisea. El Aeropuerto Internacional Atatürk es un hervidero de gente. No se sabe muy bien quién está en qué cola y para qué cosas. Me imagino que así debió ser la Torre de Babel. Nunca vi tal cantidad de pasaportes de lugares diferentes. Por la derecha se nos cuela un japonés, delante nos interpela un grupo de amigos mejicanos, más allá una familia afgana se apresura a repartirse los pasaportes, a lo lejos los gritos de una mujer a su marido nos resultan familiares: ¡españoles! Argentinos, saudíes, estadounidenses, egipcios, iraníes, coreanos, venezolanos, chinos, australianos, indios…
                Tras hacer la cola de los visados y pagar los 15€ pertinentes (la titular del pasaporte uruguayo no paga nada) nos disponemos a pasar por aduana. Más de dos horas en una infinita cola serpenteante que resulta agotadora. Al terminar nos encontramos nuestras maletas, solitarias, dando vueltas en la cinta. Ahora sí, hacia el metro y a poner rumbo al hotel.

Tras sobrevivir el paso por aduanas

                Desde el aeropuerto (estación de Havalimani) tomamos la línea HM1 hasta Zeytinburnu, donde hacemos un trasbordo y cogemos el tranvía de la línea TR1. Todos los transportes públicos en Estambul funcionan con unas fichas llamadas “jetones” que sirven para un único trayecto: por cada transbordo tienes que meter un jeton. También hay tarjetas de transporte que funcionan por día pero nosotros no optamos por ellas porque somos más de recorrer las ciudades a pie.

Comprando jetones para el metro

                Nos bajamos en la estación de Beyazit y nos adentramos calle abajo en Kumkapi, donde hemos reservado el hotel. Kumpaki, un barrio histórico del centro, lleva años buscando entrar en las listas del Patrimonio Mundial de UNESCO antes de venirse abajo. Es un barrio antiguo y sumamente pintoresco, con una riqueza cultural y arquitectónica importante pero muy pobre. De hecho es el epicentro donde se aglutina la mayoría de la inmigración ilegal en la capital turca. El ser declarado patrimonio de la UNESCO ayudaría a su conservación y rehabilitación. Sería una pena que por falta de medios se perdiera todo lo que tiene por ofrecer.
                No resulta fácil pero llegamos al Tom Square Boutique Hotel en la calle Behram Çavuş.  La puerta se encuentra cerrada. Llamamos con insistencia. Nos abre una recepcionista que no habla absolutamente nada de inglés y que nos hace señas de que ¡no tenemos ninguna reserva y que el hotel está completo!
                Sorprendida de que tengamos el resguardo de Booking se pone manos a la obra a buscarnos alojamiento alternativo. En su ordenador el traductor de Google nos es de muchísima ayuda. Nos alojan en un apartamento mucho más grande del que habíamos reservado a 50 metros de distancia. Ya tenemos campamento base.
                La guía Lonely Planet recomienda expresamente sólo visitar Kumkapi de día y desde luego no pernoctar. Nos parece una exageración. Es plena noche y en ningún momento hemos sentido sensación de inseguridad y eso que nos hemos perdido por sus calles buscando el hotel.
                Dejamos las maletas, nos damos una ducha y salimos a cenar. Lo hacemos a pocos metros, en la Plaza del Mercado. El ambiente nocturno es fascinante. Montones de restaurantes bien iluminados con sus terrazas en las aceras, sobre nuestras cabezas, en las calles, cientos de farolillos de papel de colores. Una legión de camareros intentando captar clientes. Músicos callejeros, gente cantando sentada a las mesas, vendedores de fez (típico sombrero otomano) y un riquísimo olor a comidas a base de pescado. Y es que si por algo es conocido Kumkapi es por ser el barrio de los pescadores.

Mi primera Efes

                En el restaurante Hoşseda hicimos, probablemente, la cena más cara del viaje. Aún así, a muy buen precio, con un trato exquisito y en un ambiente inmejorable. Comimos estupendamente y probamos nuestras primeras Efes (cerveza turca), sorprendentemente ricas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Eres bienvenido. Deja tu opinión o comentario.