5 de Enero de 2015
Tenemos sólo un día para conocer la joya de Bulgaria. Nos
levantamos pronto y desayunamos en la salita habilitada para ello en nuestra
planta. Hay una cafetera, calentador de agua y vajilla de sobra. Puedes hacer
uso de todo lo que quieras siempre y cuando lo dejes limpio. A las 9:00, mapa
en mano, comenzamos a patearnos la ciudad. En Plovdiv todavía no ha nevado, por
lo que es mucho más fácil caminar por ella que por Sofía.
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Jardín del Zar Simeón
Lo primero que hacemos es atravesar el Jardín del Zar
Simeón, tras Ivan Vazov. Al otro lado, por la calle Todor Kableshkov, comienza
la subida a la Colina Sajat, sobre la cual se encuentra la Torre del
Reloj. Desde allí se tienen unas de las
mejores vistas de la ciudad. Tras bajar por la zona de la Iglesia Evangélica
(cerrada hasta las 11:00), caminamos hasta el Estadio Romano. Descubierto bajo
Knyaz Aleksandar, una de las calles más importantes del casco antiguo, sólo se
puede ver un tramo bajo tierra.
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Estadio Romano bajo el bulevar Knyaz Aleksandar
Al lado de él está la maravillosa Mezquita
Dzhumaya, uno de los lugares menos frecuentados por los turistas en Plovdiv y
que, en mi opinión, debería ser de visita obligada. Unas escaleras en la calle
Stoilov dan a una puerta cerrada. Delante, un hombre barre despreocupadamente.
Le pregunto si se puede ver por dentro. "¡Se puede, se puede!",
contesta mientras suelta la escoba y abre la puerta sólo para nosotros. Tras
descalzarnos nos quedamos un rato, sentados en la alfombra, admirando la estancia.
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Dentro de la Mezquita Dzhumaya
Tomamos un té frente a Dzhumaya mientras recordamos
nuestra idílica visita a Turquía el verano de 2013. Luego, recorremos la calle
Rakyo Daskalov hasta el Museo Arqueológico y el Monumento a la Unificación de
Bulgaria con Rumelia, representado por una mujer alada sosteniendo una corona.
Dejamos atrás la Mezquita Imaret, completamente cerrada y
aparentemente abandonada. En la calle 4 Yanuari me detengo con la cámara frente
a la Iglesia de los Santos Kiril y Metodi. Un hombre sale por la puerta y me
dice algo en búlgaro. Le pregunto si se puede pasar y me acompaña al interior.
Allí hay dibujos en una sala de entrada. Hay escaleras y varias puertas. ¡Qué
iglesia más rara!
Al ver mi cara el hombre comienza a hablarme en alemán,
un idioma que chapurreo bastante mal pero lo suficiente como para entender que
es una escuela. ¡La iglesia está justo en frente!
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Iglesia de los Santos Kiril y Metodi
Los colores amarillos y blancos del edificio dan paso a
una iglesia de dimensiones modestas, con el altar a la izquierda y a la derecha
una especie de manto bordado expuesto, al que un guía que está con una pareja
de argentinos da bastante importancia.
Cruzando por el paso subterráneo de 4 Yanuari se entra en
la ciudad antigua, una telaraña de caminos adoquinados arriba y abajo. Cerca de
la Casa Balabanov vemos un trozo de muralla bizantina que ahora es parte de la
fachada de otras viviendas. Siguiendo por 4 Yanuari se llega al cruce de las
calles Chomakov, Tsanko Lavrenov y Saborna. A un lado un enorme Punto de
Información Turística, al otro, la Iglesia de San Konstantin y Santa Elena. Una
torre blanca anuncia una iglesia de color azulado tras unos muros. Por todas
partes murales, de los más bonitos que he visto en nuestro viaje.
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Casco antiguo de Plovdiv
Saliendo, a mano derecha, está la Casa Kuyumdzhiogh, una
hermosa mansión color azulado que acoge el Museo Etnográfico.
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Museo Etnográfico
Siguiendo calle
arriba nos topamos con las ruinas de Nebet Tepe, la fortificación tracia. Si se
considera Plovdiv la ciudad más antigua de Europa, el lugar que más años ha
visto pasar aquí es Nebet Tepe, puesto que jamás ha dejado de haber vida en
este lugar desde el Neolítico.
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Nebet Tepe
Bajando por Tsanko Lavrenov cruzamos la Hisar Kapia.
Tras ver las ruinas de la
Puerta Este de Philippopol paramos a comer en el Restaurante Trapezitsa,
frente a la Iglesia de Sveta Paraskeva (si pasáis por aquí no podéis perderos
las vistas que se tienen subiendo las escaleras laterales de la iglesia) donde
comemos estupendamente por sólo 8,5lv por persona.
Plovdiv tiene innumerables casas-museo y, personalmente,
os recomiendo que visitéis al menos una. Sus entradas son muy baratas y no hay
manera mejor de entender la vida en el Plovdiv del siglo XIX. Nosotros elegimos
la Casa Georgiadi, cerca de Hisar Kapia. Se trata de una mansión erigida para
un mercader griego en 1846. Tiene tres pisos: abajo expone diversas piezas
sobre la época otomana, desde ropa hasta libros de texto en turco y un permiso
del sultán para construir una iglesia ortodoxa en la zona; el resto trata sobre
los tiempos de la Independencia (1877-1878), siendo el objeto más interesante
una réplica de la campana que anunció el fallido Alzamiento de Abril de 1876.
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Casa Georgiadi
Con el sol ya escondiéndose bajamos la calle Saborna
hasta la Catedral de la Asunción, una inmensa edificación de color rosado que
merece dedicarle un tiempo. No muy lejos de ahí, y al lado de la Academia de
Música, se encuentra el Teatro Romano. Fue descubierto en la década de 1970
durante la construcción de una autopista, lo que obligó a cambiar su trazado.
Es un típico anfiteatro romano, construido en el siglo II, cuando Trimontium
(Plovdiv), estaba en su máximo apogeo.
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Teatro Romano
Ya de noche bajamos por Knyaz Alexandar I, una avenida
peatonal, amplia, llena de comercios y en esta época adornada de Navidad con
muy buen gusto. Esta avenida desemboca en la Plaza Central, donde se encuentra
el inmenso edificio del Ayuntamiento y la aún más colosal Oficina Central de
Correos.
Hace cada vez más frío, así que optamos por volver
atravesando los Jardines del Zar Simeón hasta nuestro hotel. Más tarde bajamos
a encargar una pizza, una misión para nada sencilla a pesar de ser las 20:00,
puesto que en más de un lugar nos dicen que la cocina ya está cerrada.
Finalmente, en un bar, una camarera muy simpática convence a la cocinera, al
principio reacia, de que nos prepare un par de pizzas para llevar.
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